Los poemas de Dolores Castro, con su elegante simplicidad, capturan la esencia de la vida cotidiana y revelan una profunda conexión con el mundo que nos rodea, invitando al lector a explorar la belleza en lo ordinario.
La tierra está sonando
La tierra está sonando
y yo estoy desolada,
hueca por dentro, triste.
Mi juventud se tiende como el ala
rígida y negra de una golondrina.
Se me estremecen muy espesos árboles
y me duelen las aguas más tranquilas.
La tierra está sonando.
Llora de amor y hiere
mientras ama.
Y mata y acaricia.
¡Quién nos encierra duro
como la flor en su rojo silencio
de párpados ahogados
o de cerrados pétalos!
La tierra está sonando:
Aguas, espesos árboles:
¡Tierra sobre mi cuerpo!

3 / Volverá el polvo al polvo…
Volverá el polvo al polvo,
caerán desmenuzados los cabellos
como último baluarte de mi cuerpo.
Te esperaré a la orilla,
en los maderos rotos de mi cuerpo.
Al tomarte la mano, pobre muerte,
tan antigua, tan niña,
palpitará en tu sangre
la madura inquietud de cada día.
Romperás secos lazos
recostada en la hierba de tu sueño,
te embriagarás en angustioso canto
de la noche primera.
Te llegará en latidos de mis ansias,
la frescura del agua tan lejana
la voz, y el sonido
de la vida que evita tu llamada.
Y morirás de amor,
del mismo amor que apagará la hierba.
Y morirás de viento y de tristeza,
cuando fría mi sangre
no transmita a tu cuerpo,
el calor que robamos a la fragua.
Y cuando de nosotros
no quede ya en la tierra
más huella que la ardiente de tu estancia,
volveremos al polvo
que al cubrir este canto
lo perderá en la noche de su huella.
Nocturno
Aquí voy en el río
desconocida, larga.
Y cabeceo en el viento
como el toro,
que en éxtasis levanta
la llama de sus ojos,
brillantes por la sed
de oscuras aguas.
Y me hundo en la noche
como en el conocido pecho
de mi madre,
húmedo y sin palabras.
Muerdo el fruto del día
y en el silencio voy
como la rama
enamorada y muda
que danza.
Ahí van mis sentidos
prendidos en el vientre de la noche como siete cabritas
palpitantes y fijas.
Sola me quedo,
junto al que se oculta hollando a sus creaturas.
Entre las ramas
flotando van estrellas
como frutillas duras.
Bajo este cielo, ay, todas las cosas,
van hablando entre dientes
solas y presurosas.
Bajo este cielo, ay,
me voy rendida
como la hierba hollada.
Y queriendo cantar,
y sin hallar palabras.

Luz
Llevo los ojos bajos
por adiestrarlos.
Yo s é cómo los hiere
la luz de lleno.
Llevo los ojos bajos,
el pecho abierto.
Sé que la oscuridad
es un deslumbramiento.
Fluir
Fluir, volverse ajeno
sin arrojarse al mar a cada instante y poseerlo
en su profundidad.
Refugiarse en el parpadeo
y para huir del horror,
no mirar.
Sólo el mar vuelve una y otra vez.
Fluir es no volverse,
no ser siquiera estatua de sal.
Fluir, volverse ajeno,
conocer la tierra de Irás
y no Volverás.

5 datos de interés para conocer a Dolores Castro:
Dolores Castro nació en Aguascalientes, México, en 1923.
Es autora de libros como El corazón transfigurado (1949), La tierra está sonando (1959), No es el amor el vuelo (1995) y Algo le duele al aire (2011).
Fue profesora de literatura en la UNAM y la Universidad Iberoamericana, entre otras instituciones.
Obtuvo distintos reconocimientos por su obra, entre ellos el Premio Nacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz y el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde.
Falleció en Aguascalientes en marzo de 2022.