Los poemas de Fabio Morábito se caracterizan por una profunda sensibilidad y una mirada introspectiva sobre la condición humana: la vida, la muerte, el amor y la pérdida.
A tientas
Cada libro que escribo
me envejece,
me vuelve un descreído.
Escribo en contra
de mis pensamientos
y en contra del ruido
de mis hábitos.
Con cada libro
pago un viaje
que no hice.
En cada página que acabo
cumplo con un acuerdo,
me digo adiós
desde lo más recóndito,
pero sin alcanzar a ir muy lejos.
Escribo para no quedar
en medio de mi carne,
para que no me tiente el centro,
para rodear y resistir,
escribo para hacerme a un lado,
pero sin alcanzar a desprenderme.

Los amantes
Los amantes se acercan,
escuchan. Adelgazan
su piel hasta la asfixia
y adelgazan sus besos.
Por sus voces delgadas
sólo oyen silencio.
Los amantes se besan,
se acarician, el mar
apenas los contiene,
y su pasión es breve:
aleteo de un ave
en la espalda del agua.
Los amantes recuerdan
las heridas, las guardan
como un secreto bien.
Nunca cambian palabras.
Pero cambian heridas.
Son su secreta piel.
Cerca de dos amantes
se detiene un segundo
la sangre en la avenida;
son dos ciervos que saltan
en medio de nosotros
que somos las estatuas.
Los amantes se muerden,
se pisan, sólo temen
la muerte, trepan muros
de olvido y nunca vuelven
atrás, lujosos como
escarabajos verdes.
Los amantes no cuentan
los días, no enumeran
los muertos, ni siquiera
los mares. Su materia
está hecha sin tiempo,
su sed nunca se alivia.
Los amantes se mueren
un día. Bajo tierra
van, mudos y con miedo,
y la tierra adelgaza
su piel hasta la asfixia
y adelgaza sus huesos.
Miramos largamente el mar
después del pleito, sin hablarnos.
No la pasamos bien en Cádiz
esos dos días.
Sentí al decir que no quería
tener un hijo por ahora,
que había llegado a un punto divisorio.
Por vez primera fui muy claro.
Adiós ambigüedad,
me dije, bien precioso,
ya comenzó la cuenta regresiva.
Supe que existirías,
que era cuestión de tiempo.
Si iba a seguir con ella, claro.
Si iba a seguir contigo, en suma.
Y ella también,
después de arrinconarme
entre su ser y el mar, lo supo,
el mar que nos quedamos,
después del pleito,
mirando largamente sin hablarnos.
No la pasamos bien en Cádiz
esos dos días.
Ve alguna vez a Cádiz
junto al mar, sin nadie,
y mira el mar como nosotros lo miramos
y fúmate un cigarro, absorto, y piensa
que estás donde empezaste.

Si te revuelca la ola...
A Sandra Suter
que se quedó nadando
Si te revuelca la ola
procura que sea joven,
esbelta, ardiente,
te dejará molido el cuerpo
y el corazón más grande;
cuídate de las olas
retóricas y viejas,
de las olas con prisa,
y la peor de todas,
de la ola asesina,
la ola que regresa.
Cuarteto de Pompeya*
I
Nos desnudamos tanto
hasta perder el sexo
debajo de la cama,
nos desnudamos tanto
que las moscas juraban
que habíamos muerto.
Te desnudé por dentro,
te desquicié tan hondo
que se extravió mi orgasmo.
Nos desnudamos tanto
que olíamos a quemado,
que cien veces la lava
volvió para escondernos.
II
Me hiciste tanto daño
con tu boca, tus dedos,
me hacías saltar tan alto
que yo era tu estandarte
aunque no hubiera viento.
Me desnudaste tanto
que pronuncié mi nombre
y me dolió la lengua,
los años me dolieron.
Nos desnudamos tanto
que los dioses temblaron,
que cien veces mandaron
las lavas a escondernos.
III
Te frotabas tan rápido
los senos que dos veces
caí en sus remolinos,
movías el culo lento,
en alto, para arrearme
a su negra emboscada,
su mediodía perenne.
Abrías tanto su historia,
gritaba su naufragio…
Nos desnudamos tanto
que no nos conocíamos,
que los dioses mandaron
la lava a reinventarnos.
IV
Te desmentí de cabo
a rabo devolviéndote
a tus primeros actos,
te escudriñé profundo
hasta escuchar la historia
amarga de tu cuerpo,
pues sólo el amor sabe
cómo llegar tan hondo
sin molestar la sangre.
Esa noche la lava
mudó el paisaje en piedra.
Tú y yo fuimos lo único
que se murió de veras.
* En Pompeya, entre otros cuerpos petrificados por las lavas y cenizas de la erupción del Vesubio (año 79), se conservan los de un hombre y una mujer en el acto amoroso.

5 datos de interés para conocer a Fabio Morábito:
Nació en Alejandría, Egipto, en 1955, y reside en México desde su adolescencia.
Es poeta, cuentista, ensayista y traductor, ha recibido numerosos premios por su obra, incluyendo el Premio Xavier Villaurrutia en 2007.
Los poemas de Fabio Morábito se han traducido a varios idiomas y han sido elogiados por la crítica por su honestidad, profundidad y sensibilidad.
“La otra orilla” (1980), “El lenguaje de los pájaros” (1997) y “La cosmogonía del polvo” (2013) son algunos de sus libros.
Morábito es también un destacado traductor, y ha vertido al español obras de autores como Cesare Pavese, Giuseppe Ungaretti y Andrea Zanzotto.