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Panteras de ojos húmedos: 3 poemas de Thelma Nava

7 de oct de 2024

4 min de lectura

Panteras de ojos húmedos: 3 poemas de Thelma Nava

NEBLILÚNEA

I


¿Sabías que una muchacha desnuda canta como una botella que se arroja al mar?

¿Lo sabías?

Escúchame cantar como a un árbol lacustre en el centro de Neblilúnea,

a la orilla de tu sangre, en tu terrestre compañía.


Neblilúnea, la ciudad descubierta por nosotros conoce tu pasado y el mío.

Buscada como a la casa de la infancia, aguardándonos en nuestras palabras agazapadas,

Neblilúnea forma el nudo de la alianza y despierta a los diosecillos y a los demonios de las aguas

y los vemos danzar y extender sus alas en juegos irrepetibles.



II


Soy sólo lo que tu corazón desea, lo que busca en silencio.

Repito tu nombre en la ciudad donde tu voz y tu rostro permanecen.

Transparente ciudad de los patos salvajes, criatura festiva de Occidente.

Todos los caminos conducían a ti.

Conocemos ahora la bondad de las aguas, la humedad de la tierra

y la hojarasca vaticinadora de los sitios que aún no recorremos juntos.

Estamos siempre en ti, vigilantes

cuando el amor y sus actos, palabras y silencios

son simples, como en todo comienzo.


 

Panteras de ojos húmedos: 3 poemas de Thelma Nava

PRESENCIA DE LAS ISLAS

Como un cortejo cabalgando a solas surgen de la niebla.

¿Quién alimenta su esplendor que ninguna tempestad oculta?

De las islas sube algo parecido al deseo.

Casa viviente en el mar

las islas

animales fantásticos

esperan su ración de ostras.


Para mi corazón una isla iluminada con el brillo del mar

una isla

como espada

atravesando la llanura marina

una isla

multiplicándose en su pequeña geografía

una isla

grito a solas

jardín para romper la monótona presencia del mar

la insoportable presencia

de una soledad frente a sí misma.

Allí

abajo

fruto

corteza en movimiento

la forma de las islas:

última tentación de los navíos.


 

Panteras de ojos húmedos: 3 poemas de Thelma Nava

VERANO EN LA CIUDAD


a la memoria de José Carlos Becerra

I


Los árboles nocturnos crecen de pronto sobre nuestros pasos.

Cuando la luz descubre su presencia los desnuda y los puebla de voces

las voces de la noche y sus amores.

El agua juega entonces con el agua y regresa a sí misma

como un amor de siempre que retorna o un estremecimiento recobrado.

A lo lejos el agua forma figuras y silencios.

La noche inventa juegos que el día no entiende ni logra jamás recuperar

y nos devuelve a nuestro exilio.


Crece la noche como los besos en los labios

como la yerba crece,

los pasos y las formas de los cuerpos

el rumor y las voces de los cuerpos.

O nuestro corazón de pronto sorprendido.


Una pareja pasa sin mirar a nadie

en el instante en que un hombre en cualquier sitio

se entrega a lo desconocido.


La noche silenciosa abierta al olor del verano

suda viento y deseo bajo los rojos reflectores

cuando el amor y sus actos son sencillos

como en todo principio.



II

Lo profundo es el aire...

Jorge Guillén


He de nombrar a noche, la levedad del aire.

De lo que nadie habla, de lo que se respira

y aturde los sentidos

panteras de ojos húmedos

como el aire que duele inalcanzable

perseguido en la otra ciudad

en la antigua

la de nombre de piedra.


He de nombrar la luz que estalla bajo el sueño del agua,

el aire que recorre todas las soledades

y atraviesa la mirada del vendedor de objetos inútiles.


La mariposa gigantesca se pliega al árbol que la posee en la sombra.

El vaivén de sus alas toca la eternidad y la destruye

mientras el árbol agotado jadea sueños como frutos.


El aire avanza lento, levanta olas de arena, lame cuerpos que pasan.

Atrás quedan los pasos, inciertos, furtivos o firmes pasos

de quien camina la ciudad

seguro de amanecer en el sitio de siempre.


El aire levanta voces como sombras de agua,

las oculta detrás de cualquier puerta. Y sucumbe.

Se adormece en la noche.

Vivo Vivaldi asiste a la boda del aire.

Caminamos

navegantes de noches apretadas y ávidas

deshabitadas noches de muslos acechantes.

Lo sabemos

Cualquier ciudad del mundo es solitaria

a las 4 de la madrugada.



III


Esa presencia de lo humano en la lluvia como una jadeante respiración de amor,

esa presencia de la lluvia cuando llega el otoño.

En las manos aún el color de la tarde, la boca del verano

delatándonos, habitantes silenciosos construyendo el instante de las azoteas

en los suburbios donde el viento camina como por su casa.


Canción del viento que se llevó la lluvia,

guitarra sola y silvestre, desnuda y sola para la hora del amor, presencia urgente

en este sitio en que se muere a diario.


Labios febriles de pronto apaciguados. Luna del tigre buscándonos, cercándonos.

Hombros estremecidos de veranos-tortuga.

Amor de la tierra que no conoció el mar pero sí el pie desnudo,

jamás la libertad, pero sí la palabra decisiva.


Las calles de esta ciudad ¿qué nombre tienen,

qué nuevos árboles, qué huellas de amor sobre su rostro?

Cerca de nuestra sangre, insomne rosa, el corazón del hombre no descansa.


Estamos nuevamente en tus orígenes,

ciudad amada

para siempre indefensa bajo la lluvia.



 

* Estos poemas de Thelma Nava fueron tomados del libro Los pasos circulares. Antología personal, publicados por Ediciones El Cocodrilo Poeta en 2003.

7 de oct de 2024

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